dilluns, 19 d’abril del 2010

Fuera

Es extraño que puedan existir seres asociales, con una perfecta conexión con los seres sociales, aunque no con ellos. Formas de vida diferentes. Quizá los diferencie la coherencia. Una coherencia abrumadora, capaz de poner en común todas las opiniones, de reordenar el viejo desván de las mentes caóticas. Una coherencia tan vasta que no cabe. Sencillamente no cabe. Entre seres sociales sólo hay espacio para un individuo, la coherencia o el ser coherente. Por cuestiones prácticas, siempre ocupará ese lugar, la coherencia. El ser asocial hace las veces de narrador, jamás participa de la historia. Marca el camino, nunca lo camina. No cabe. El ser asocial comprende que la madura juventud es un ensayo de la vieja madurez. Así intenta hacerlo entender. Es la pizarra, aunque no el maestro. El bastón, no el caminante. No Cabe. El ser asocial se esfuerza en caber. No cabe. Comprende que es más útil su coherencia que su propio individuo. No cabe. El ser asocial se duele por ello, aún así, lo acepta. Sabe moverse entre el rebaño, acompañarlo, no es el pastor, es el perro. No entra en el corral, aunque sí en casa; duerme en el suelo. Es bien recibido por el rebaño, solamente en dosis saludables. No cabe. Es necesario, pero no cabe.

Soy uno de ellos.

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